lunes, 25 de julio de 2022

Hace 30 años, Santo querido!

 












Hace 30 años, Santo querido!


¡HABLA MEMORIA!

1992. Otra proeza de San Martín
Por Redacción EG · 26 de julio de 2019

El equipo tucumano volvía Primera División, luego de empatar 1 a 1 con Almirante Brown en Isidro Casanova y alcanzar una racha invicta de 25 partidos. La provincia, de fiesta.

Las imágenes se congelan. Instantáneas en una tarde gris que se convierte en soleada por el calor y el festejo de los tucumanos. Extraña metamorfosis que regala el futbol: no más de veinticinco minutos antes, esas caras que ahora se hinchan a puro grito y se mimetizan con el rojo de San Martín, lucían acordes con las rayas blancas de la misma camiseta. Justamente delante de ellos, debajo de ellos, sus jugadores se debatían en una lucha desigual contra once hombres de Almirante Brown que pugnaban por conseguir otro gol que les evitara la penuria del alargue o la infartante definición por penales para abrir la puerta que los llevara a la "A".

Acorralados contra su arco, los rostros pálidos de los cinco mil tucumanos, rogaban por otra salvada de Rescaldani en la línea o que la alianza con los postes continuara, los hombres de Nelson Pedro Chabay poco y nada podían hacer para detener la habilidad de Grioni, la profundidad de Cardozo, la dinámica de Nelson Gregorio RoIdán o las subidas de Ayala.

El estéril esfuerzo de la defensa de Almirante Brown por evitar el gol.
El estéril esfuerzo de la defensa de Almirante Brown por evitar el gol.

Y luego de que Grioni reventara el travesaño de Guillen, de que Rescaldani salvara nuevamente sobre la raya, de que Mario Jiménez cruzara por centésima vez otra entrada de Cardozo, el milagro se produjo. En sesenta y cinco minutos San Martin no había tirado al arco ni una vez, ni hablar de pisar el área. Pero Minotto, reden ingresado, la recibió sobre la izquierda, metido un cambio de frente para Jorge López y su remate rozó en Pastor. Córner. Allá fue Scime, solito el, en medio de tanto negro y amarillo. Derechazo cerrado, manotazo tardío de Mele y la pelota que queda picando dentro del arco. El estallido recorrió 1.200 kilómetros y legó a San Miguel, donde rebotó hasta en los concurrentes al cierre del Rally. Pero aquí, en dos tribunas colmadas en el medio de Isidro Casanova, el grito se hizo carne en la carrera del "Bomba" Scime, cubriendo su cabeza con la camiseta, los brazos tensos y alzados de Daza, las lágrimas de Jiménez o la plegaria arrodillada de López. Todas imágenes, calientes, coloridas, vibrantes, de una tarde fría en la que los "Cabudos" acariciaban la tibieza del sol que ya a esa altura estaba muy cerca del paraíso. Un lugar al que, para llegar, hubo que pasar antes por el purgatorio...

La historia de este grupo, que arrancó en agosto del '91 luego de quedarse en la puerta de acceso a las finales al perder con Belgrano en el último minuto en el Chateau, cuenta con capítulos dulces y de los otros. Después de aquel golpe, durísimo para un club que había apostado todo a un '92 en primera, el camino se hizo cuesta arriba. Se conservó la columna vertebral y se trajeron dos refuerzos —Scime y Doroni— del rival de siempre, Atlético. Comenzó el Campeonato y los resultados no fueron los esperados. La crisis económica hizo eclosión a tal punto que los jugadores llegaron a cobrar con un retraso importante, lo que motiv6 la renuncia de la comisión directiva. Las nuevas ideas trajeron un viejo anhelo: el regreso del "Buche" Chabay para reemplazar a Jorge Ginarte.

Al equipo lo había visto solo en dos partidos. Yo contaba con una ventaja: conocía a la base de este plantel, aunque muchos de ellos no jugaban. Entonces recuperé a Daza, Guillen, Roldan y López. Chabay tenía clara la meta, sabía con qué elementos contaba por su anterior ascenso con los "Santos", en 1988. Aquella vez había ganado el campeonato de la liga tucumana, el Torneo del Interior y el Dodecagonal.

"Esa vez pude elegir a los jugadores, traje a Unali, Chazarreta, al uruguayo Gimenez. Ese equipo sensibilizaba a través del toque, este conmueve por su garra. Me tuve que adaptar a ellos ya que el plantel estaba formado", recuerda "Tiqui-Tiqui", apodo que le puso una voz anónima, por su forma oral de graficar el estilo que quiso imponer.

Poco a poco el equipo fue mejorando, aunque hablar de la punta era una utopía. Ya llevaban seis fechas sin derrotas y la mentalización fue rindiendo sus frutos rumbo al Dodecagonal. La camarería se acentuaba a trues de las distintas formas de "cortar distancias". Como el habitual "picón" de los lunes, en donde se enfrentaban dos equipos bien definidos. Por un lado, "Spilinga" Lopez, "Gringo" Doroni, "Sumo" Rescaldani, "Highlander" (por los años) Robles, "Cococho" Jimenez, "Capri' Noriega, "Narigon" Solbes, "Pito" Roldan, "Chivo" Bini, "Polo" BeIlardi (el preparador físico) y Chabay. Por el otro, "Tero" Di Carlo, "Cabezón" Daza, "Gaucho" Albornoz, "Pajarito" Quiñones, "Bomba" Scime, `Tato Medina" (porque aparece en todas las fotos) Minotto, "Pocho" Moreno, "Nene" Guinan, "Ramona" Galarza, "Sota" Barrionuevo y "Tronco" (por la cara de perro) Salomón. No importa que el premio sea salvarse de pagar el asado, el orgullo se pone en juego en un picado o en el clásico contra Atlético. Esa es la razón por la que se junta tanta gente, que se dividió por uno u otro equipo, en las prácticas de los lunes.

De partido de entrenamiento pasó a ser una cábala. Como la ubicación fija de los suplentes en el banco, la aparición del equipo con Chabay a la cabeza o la decisión de no concentrarse cuando juegan en la Ciudadela, igual que cuatro años atrás.

Es increíble. Hacía siete meses que no hacía un gol. Y, encima, el último también había sido olímpico, frente a Rafaela. No lo puedo creer. Esto para mi es una revancha. Jugué cinco años en Atlético y los dirigentes se portaron muy mal conmigo.

No me dejaron jugar en primera cuando ascendí con Quilmes. Por eso ahora me siento como uno de esos desquites que te regala la vida", la voz agitada de Scime reflejaba el momento. Era su segundo ascenso consecutivo, sabía del placer dulce de estas mieles, sin embargo guardaba un mensaje nada subliminal para los "Ojitos Verdes" de Atlético.

La misma dedicatoria que entonaban los cinco mil tucumanos, mientras daban su vuelta olímpica en la cancha auxiliar de Almirante Brown, empapados por el agua de la policía y la felicidad del ascenso. "¡Tucumán!.. ¡¡¡Tucumán!!!", gritaban mientras revoleaban sus trapos rojiblancos. A ellos no les importaban los innecesarios gases lanzados por la policía, ni las amenazas vacías de los estoicos hinchas de Brown —quienes conservaban el estupor de lo increíble—, ni los golpes de Ayala, Grioni y Godoy a Minotto, que le dejaron el ojo izquierdo cerrado totalmente. Ellos corrían, saltaban, agitaban sus camisetas como símbolo de victoria. Una fiesta que se prolongó por los 1.200 kilómetros que une a la Capital con San Miguel. Un camino largo en sueños a través de cincuenta partidos (los últimos 25 invicto), que se concretó en esa fría tarde del 25 de julio y que tuvo su coronación en el recibimiento de toda una provincia, con el gobernador Palito Ortega incluido, y con una caravana que los acompatió desde el aeropuerto Benjamín Matienzo hasta la Plaza Independencia fusionada en un solo grito: "Tucumán... Tucumán...!"

MIGUEL ANGEL RUBIO y LEONARDO BURGUENO

Notas: CLAUDIO MARTINEZ y ALBERTO ELSINGER

Fotos: CARLOS ALFANO, JORGE BOSCH, ALEJANDRO DEL BOSCO y MARIO PAGANETTI.

Fuente: El Gráfico
https://www.elgrafico.com.ar/articulo/1088/34222/1992-otra-proeza-de-san-martin

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#VamosCiudadela
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